Oraciones en verso:
Un acercamiento a los orígenes de la experiencia poética puertorriqueña
Resumen: El artículo desarrolla la presentación de una colección de oraciones en verso recogidas por el sacerdote y profesor universitario Esteban Santaella. Báez Fumero estudia las partes del libro, cita varias de las oraciones y las analiza, así como presenta el origen de la investigación y de muchas de las oraciones. Cita a otros estudiosos de la oración en verso y cómo influyen en el antólogo. Resalta la función del Rosario y la oración en verso como catequesis y sustitución de la liturgia durante la segunda mitad del siglo XIX y parte del XX, cuando la Iglesia no era suficiente para llegar a los pueblos del centro de la Isla sobre todo.
En cuanto tomamos en nuestras manos el libro del Rev. P. Esteban Santaella, entramos en contacto con los orígenes religioso-espirituales del pueblo puertorriqueño. Su cubierta superior está ilustrada con una reproducción del cuadro “La adoración de los Reyes” que se encuentra en la Basílica Menor de Nuestra Señora de Monserrate en Hormigueros. Se considera obra de un taller de la Villa de San Germán de finales del siglo XVII. En la cubierta inferior se reproduce otro cuadro, también de la Basílica Menor, de autor desconocido, que recrea la primera aparición de la Virgen en Hormigueros a finales del siglo XVI o principios del XVII. Sobre la pintura leemos una copla que según registra el estudio que nos ocupa, se rezaba en situaciones de peligro:
Detente animal feroz
y pon tu rostro en tierra que primero nació Dios antes de que tu nacieras. Esta copla, las pinturas y el lugar de nuestra Isla donde están ubicadas, anuncian el contenido del libro. Este es un estudio de poesía de tema religioso de orden popular. Es también una aportación valiosa al conocimiento de nuestros orígenes culturales, en particular los literarios. Allí comenzó nuestra literatura oral, raíz indiscutible de nuestro quehacer literario a lo largo de los tiempos.
El campesino analfabeta, aislado de la vida urbana no sólo por la distancia geográfica, sino también por el cotidiano vivir atado a la agricultura de subsistencia, encontró en las oraciones aprendidas primero de los misioneros religiosos y luego de boca en boca, de generación en generación, el necesario sustento espiritual hasta la visita a la iglesia del pueblo los domingos y los días de fiestas mayores que guardar: las fiestas patronales, Semana Santa o Navidad. Así lo confirma más de un cronista en los primeros tres siglos de la colonización. Recordemos a modo de ejemplo a Diego de Torres Vargas, quien en una crónica de 1647 registra por primera vez uno de los milagros de la Virgen de Monserrate en Hormigueros; o al autor de la primera historia de Puerto Rico en el orden del tiempo, Fray Íñigo Abbad y Lasierra, quien en 1782 distingue la devoción mariana del rosario entre los campesinos puertorriqueños. Esta es la experiencia espiritual que retoma Oraciones en versodel Padre Santaella. En palabras del autor, el libro es un esfuerzo para rescatar la mayor cantidad de esas oraciones que generación tras generación ha ido heredando a través de nuestra memoria colectiva: “… para que este tesoro literario no se pierda en su totalidad y pueda ser recurso para investigaciones de la misma literatura española, de la historia, la teología, la liturgia, la sociología…” (Santaella 12). Convencido el investigador de que entre las venas más profundas de ese caudal heredado estaban las oraciones que complementaban el rosario rezado, se echó al campo en busca de rezadoras y rezadores que las guardaban en su memoria. Así, en los 80 del siglo pasado encontró sus fuentes primarias más fecundas en don Marcelino Navedo Martínez, de Vega Alta y doña Felícita Figueroa Barinas, de San Lorenzo. También obtuvo muestras en la periferia de Ponce y de otros pueblos de la Cordillera Central. Feliz coincidencia, piensa el autor, pues el “triángulo montañoso” que comprenden Vega Alta, San Lorenzo y la periferia de Ponce, pueblos de montaña que eran precisamente los más aislados de las zonas urbanas en los primeros siglos de la colonización española, era donde, seguramente, el fenómeno estudiado se dio con mayor frecuencia. Señala, además, que “esos tortuosos caminos de herradura”, propiciadores del aislamiento del campesino, propiciaban también que se conservaran más puras las tradiciones. (Santaella 14-15). Al destacar el énfasis en la búsqueda de oraciones-poemas en el mundo devocional del rosario, señala que este vino a “sustituir” la experiencia de la misa, su liturgia, su misterio. (Recordemos que hasta el Vaticano Segundo la misa católica se realizaba en gran parte en latín y el pueblo llano, el campesinado analfabeta en particular, vivía la liturgia latina desde la intuición más que desde la comprensión racional.) Recordemos también, que la poca asistencia del campesino a la iglesia del pueblo abonaba al misterio. En consecuencia, señala Santaella, el rosario “vino a ser la misa del campesino”. Vino a suplir la necesidad espiritual de la misa (Santaella 15-16). El volumen, la riqueza espiritual e incluso artística de esas oraciones, queda demostrado en este estudio. Para facilitar el entendimiento y apreciar la riqueza de esta experiencia religioso-poética, Santaella organiza las oraciones rescatadas en “orden de dignidad”, ocupándose primero de Jesucristo, después de la Virgen María y luego de otras devociones. Bajo cada una de las oraciones, apunta comentarios técnicos acertados que confirman la seriedad de la investigación y propician el entendimiento profundo del texto. El lector se entera de particularidades como la evolución de versos de origen español que evidencian su adaptación a la variedad lingüística y al paisaje puertorriqueños. Percibe la impronta de la doctrina de órdenes religiosas como la dominica y su aprecio por el rosario, o la franciscana y su inclinación por la pasión de Cristo. Comprueba el origen culto de algunos versos; su antigüedad; conoce de su uso particular dentro de la experiencia espiritual del orante. Incluso se sorprende con ejemplos de oraciones que escuchó de niño o de algunas que aún perviven en la comunidad de vida del lector. Veamos algunos ejemplos. El primer conjunto de oraciones recopiladas trata, según el subtítulo que las agrupa, sobre la “Anunciación de María y la infancia de Jesús”. De estas, nos llaman la atención dos adaptaciones del himno de gratitud que la Virgen María pronunció tras el anuncio del Ángel. Siempre, nos recuerda Santaella, “se le ha llamado Magnificat por ser esta su primera palabra según la versión latina de la Biblia Vulgata de San Jerónimo” (Santaella 72-73). Así comienza la segunda oración, informada al antólogo por María Mercedes Torres, de Juana Díaz, en entrevista del 4 de marzo de 1988: Magnífica es en grandeza mi alma con gran amor. El Señor de cielo y tierra y de todo es creador. (Santaella 75) Nos llama la atención, entre otras cosas, porque nos recuerda que este tipo de oración se utilizaba para ahuyentar algún animal feroz y es, como apunta en la nota de la primera versión el Padre Santaella, el origen de la exclamación “Jesús magnífica” cuando algo nos sorprende. Más de un lector la recordará entre las frases aprendidas en su niñez. Algunas de estas oraciones tienen origen culto y, aunque el tiempo y las ambigüedades de la memoria oral colectiva las vayan distorsionando, conservan elementos que refieren al lector a sus orígenes. Esto se corrobora en los estudios de la primera parte del libro, donde se considera el estado de situación de la poesía religiosa en España y Puerto Rico “en tiempos de la colonia”; así como en la sección final, donde se hace un recorrido cronológico de la poesía española, desde sus orígenes hasta el Siglo de Oro, a través de algunas de sus voces más representativas como Berceo, el Arcipreste de Hita, Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz. La presencia de la mayoría de los temas recopilados en la antología que comentamos en boca de algunos de los más destacados poetas españoles cultos de los siglos estudiados, apoya la tesis del estudioso y sacerdote ponceño. Así ocurre con “Se siente lirio”, una de las primeras en la sección dedicada a ‘María protectora de los cristianos’. Obtenida de boca de doña Felícita Figueroa Barinas, está escrita en verso libre sin rima. Santaella apunta que la calidad de sus epítetos y metáforas y las expresiones teológicas indican su origen culto (Santaella 137). Así comienza: ¡Se siente lirio de hermosura, sosegada primavera, Virgen Sacratísima, María! Os saludo poderosísima rosa de celestiales deleites, de quien quiso nacer y mamar leche el Rey de los cielos, Jesucristo, resplandor de la gloria del Padre, figura de su substancia. (Santaella 136) La erudición del autor de Oraciones en verso se constata a cada paso. La nota a “Por estos misterios santos” es esencial para el lector promedio entender la profundidad teológica de sus versos. Sólo un conocedor de la historia de la Iglesia podría dar luz sobre la época y las complejidades históricas que transitan en la lectura profunda de esta oración que pide la intercesión de la Virgen por el bien de la Iglesia, el Papa y los fieles en tiempos de incertidumbre espiritual. Leemos un fragmento: Torna tus divinos ojos hacia tu preciado pueblo. Da a tu Iglesia la victoria y al mundo grato sosiego. Serena las tempestades que, airado, descarga el cielo, y del Pontífice Augusto descarga el dolor acerbo. (Santaella 161) Así la esclarece el Padre Santaella en la nota aludida: De todas las oraciones aquí estudiadas, esta es la que más referencia hace al momento histórico de su composición. Supone momentos difíciles para la Iglesia Católica por lo que hace pensar en el enciclopedismo francés de la segunda mitad del siglo XVIII y siguiente. De ahí que se pida a la Virgen María la victoria de la Iglesia, sosiego al mundo, descargar el dolor del Papa, que las potestades terrenas sigan los preceptos de Dios y practiquen la justicia y que el gentil abjure de su error. (Santaella, 162 En el prólogo al texto, el autor esclarece el porqué de la primacía de las oraciones complementarias al rezo del rosario y en consecuencia, su número mayoritario en el texto. De manos de la doctrina dominica, señala, su devoción se esparce por campos y pueblos desde los albores de nuestra historia colonial bajo el régimen español. Así lo atestigua Fray Ínigo Abbad y Lasierra a finales del siglo XVIII en la ya citada Historia geográfica, civil y natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico de 1782. Destaca en parte Abbad y Lasierra: “Estos isleños son muy devotos de Nuestra Señora: todos llevan el Rosario al cuello, lo rezan por lo menos dos veces al día; todas las familias lo empiezan con este santo ejercicio, algunas lo repiten al mediodía, sin omitirlo en la noche…” (Abbad y Lasierra 504).
La continuidad de esa devoción se confirma una y otra vez en las páginas de este valioso libro del Padre Santaella, escrito a finales del siglo XX y publicado a principios del XXI, a más de 200 años del comentario de Abbad y Lasierra. “Quien bendijo este cáliz”, oración que don Marcelino Navedo Martínez siempre rezaba como última oración de su rosario, comprueba de primera mano lo antes dicho. Dice, en parte: Quien bendijo el cáliz la noche y la cena bendiga esta casa y a los que estamos en ella. ……………………………………….. Sea por siempre bendito y alabado el Santísimo Sacramento del altar, la pura y limpia Concepción de nuestra señora la Virgen María, concebida sin mancha de pecado original su ser santísimo natural. Amén. (Santaella 167, 168) Por la alusión al Santísimo Sacramento y a la Inmaculada Concepción, nuestro antólogo considera que esta oración debió ser compuesta a raíz de la proclamación del Dogma de la Inmaculada Concepción en 1854. Apunta también que los primeros Hermanos Cheos, asociación de laicos que surgió a raíz de la Guerra Hispanoamericana, siempre la rezaban al comenzar sus predicaciones. Es obvio que estos versos llevan mucho más de un siglo rondando las voces de rezadores devotos del rosario. Como nota al calce, es propio señalar que entre las publicaciones del Padre Santaella se distingue Historia de los Hermanos Cheos, libro medular para el estudio de esa centenaria organización de laicos comprometidos puertorriqueños. Señalamos al principio del comentario de las oraciones recopiladas que uno de los disfrutes del lector de este libro es el encontrar versos que aprendió en su niñez o que aún perviven en su comunidad. Esa fue mi experiencia al leer entre los versos de “A la Santísima Cruz”, la siguiente estrofa: Las cuentas de este Rosario son de Jesús y María que todo el infierno tiemble en diciendo: ¡Ave María! ¡Ave María sin pecado concebida! (Santaella 211) La oración es del conjunto rescatado por don Marcelino Navedo Martínez, de Vega Alta, como sabemos, uno de los informantes primarios del Padre Santaella. Esa misma estrofa la escuchó mi esposa, Aida Luz Caraballo García, de boca de su Madrina Casilda, comadrona y rezadora del barrio Duey de Yauco a mediados del siglo pasado. La única diferencia se encuentra en el verso segundo, que en la versión de Vega Alta reza: “son de Jesús y María”. La versión yaucana rezaba: “son balas de artillería”. En la nota al calce, Santaella certifica que así (“son balas de artillería”), aparece en el ensayo que Manuel Fernández Juncos escribió sobre la Fiesta de Cruz a finales del siglo XIX. Probablemente don Marcelino era pacifista y eso de que las cuentas del Rosario fuesen “balas de artillería” no le acomodaba bien. Un rasgo común a la literatura de orden popular en cualquier parte del mundo es que cuando recibe un texto de otro país o región se siente libre de adaptarlo a su propio entorno y necesidades. Algo de esto ocurrió con la copla “Por la calle de Larito”. Resumen de las principales virtudes del santo de Asís, adquiere rasgos puertorriqueños en la zona montañosa central del país: Por la calle de Larito va mi padre San Francisco en la mano lleva un pan y en la otra lleva un Cristo. (Santaella 222) Así la versó Felipa Rivera, del barrio Castañer de Lares al antólogo, quien comenta en la nota al calce que Larito es el diminutivo del pueblo de Lares, de donde procede la oración. Para culminar con este recorrido poético-devocional, regresamos al principio de este comentario, a la cubierta inferior del libro, donde aparece una reproducción de la pintura que recuerda el primer milagro de la Virgen de Monserrate en Hormigueros. Sobre esta, la siguiente oración: Detente animal feroz y pon tu rostro en la tierra que primero nació Dios antes de que tu nacieras. (Santaella 286) El Padre Santaella nos ha comentado que la aprendió de niño y que “se rezaba cuando se tenía que pasar por algún lugar donde hubiera algún animal peligroso, por lo regular, perros, toros bravos, que te pudieran atacar” (Santaella 286). Si observamos el cuadro aludido, la oración sobrepuesta semeja una reproducción verbal de la imagen pictórica. En la misma, el labriego en peligro, Gerardo González, aparece en pie frente a un toro fiero. Sobre el toro, sobre una nube en el cielo, la Virgen. Entre el rostro de Gerardo González y la Virgen, escrita, la súplica del labriego: “Favoréceme, divina Señora de Monserrate.” El toro obediente a la Virgen, según registra un documento de la época, “dobló las rodillas y bajó la cabeza hasta el suelo sin hacer mal al afligido” (Teodoro Vidal 6). Así resume el relato Teodoro Vidal en La Monserrate negra con el Niño blanco: una modalidad iconográfica puertorriqueña, ensayo investigativo sobre una serie de tallas de La Monserrate que muestra la particularidad de representar a la Virgen morena y al pequeño Jesús, de tez blanca. Los versos recordados por Santaella también son registrados en este estudio. Mas, al igual que ocurre con el verso segundo de “A la Santa Cruz” y la versión de la rezadora yaucana de mediados del siglo pasado, la versión que registra Teodoro Vidal difiere en el segundo verso de la que recuerda el Padre Santaella. Oraciones en verso registra: “y pon tu rostro en la tierra”; la versión de La Monserrate negra versa: “hinca tu rodilla en tierra” (Vidal 23). Si apreciamos nuevamente el cuadro de la Iglesia de Hormigueros, podremos validar ambas versiones. Vidal ubica el suceso milagroso y el inicio del culto mariano de la Virgen de Monserrate a finales del siglo XVI. Esta aseveración le hermana con la posición histórico-cultural del estudioso de las letras puertorriqueñas Luis O. Zayas Micheli, quien en su libro Catolicismo popular en Puerto Rico, ubica la primera aparición en el último tercio del siglo XVI. Para Zayas Micheli esta aparición no solo da inicio al culto mariano a la Virgen de Monserrate, sino que cristaliza la identidad religioso-cultural puertorriqueña. Afirma Zayas Micheli: Así se llega a la síntesis espiritual entre la geografía puertorriqueña y la extranjera cimarronería. En esa concentración mítico religiosa la realidad geográfica de Puerto Rico se incorporó a la conciencia de la extranjera cimarronería. Lo que hizo surgir las palabras españolas con semántica puertorriqueña. De manera que el español puertorriqueño, ese español que expresa lo vernáculo, lo propio y particular puertorriqueño, emerge del mismo momento en que, por medio de la proyección de la Virgen, los cimarrones le dan significado a la realidad puertorriqueña. Con la puertorriqueñización del catolicismo surgió el español puertorriqueño. (46) Ambos estudiosos vinculan el suceso religioso con los orígenes fundacionales de la cultura puertorriqueña. El libro del Padre Santaella sustenta esa teoría apoyado en la memoria colectiva y abona al planteamiento del valor esencial de la poesía religiosa popular en los orígenes de la cultura literaria de nuestro país.
En el capítulo tercero de la primera parte de Oraciones en verso, donde se hace, hemos señalado, una revisión de la poesía religiosa de Puerto Rico en tiempos del régimen colonial español, nuestro antólogo comenta el valor histórico-literario del primer texto de poesía religiosa publicado en Puerto Rico. El mismo consiste en una recopilación de poesía devocional publicada en 1812 por el misionero capuchino Manuel María Sanlúcar bajo el título de Cuadernito de varias especies de coplas muy devotas. Unas décadas después y bajo la firma del propio Sanlúcar, se publica en España un Breve manual cristiano, instructivo y devoto para el común del pueblo fiel (1847),que incluye décimas utilizadas en el rezo del rosario. Una de ellas aún se escucha entre los devotos puertorriqueños. La presentamos como apostilla al trabajo del Padre Santaella: Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A ti, celestial Princesa, Virgen Sagrada María yo te ofrezco en este día alma vida y Corazón, míranos con compasión, no nos dejes, Madre Mía. (Rivera Rivera 164-165) Escrita probablemente por el fraile franciscano Antonio Parés (1625-1676), según la investigadora María Cadilla de Martínez (Cadilla, 331); aprendida por muchos españoles en sus años de catequesis; esta décima viajó a tierras borinqueñas probablemente hace casi doscientos años. De hecho, es la oración de cierre del Rosario entre muchos de los fieles devotos de Yauco. Y, como muchas de las oraciones estudiadas en el texto que nos ocupa, ha sufrido cambios y adaptaciones al nuevo entorno geográfico y espiritual. En Yauco, a la décima original, se le ha añadido la siguiente copla: “Échanos tu bendición / todas las horas del día / y también las de la noche, / Virgen Sagrada María”. Algunos rezadores incluso añaden un pareado adicional: “Y si en algo te ofendimos, / ¡perdónanos Madre Mía!” La confirmación literaria del singular aprecio de los yaucanos para esta hermosa oración, la ofrece el poeta y sacerdote Juan Vicente Rivera Viera. Este hijo del pueblo del buen café, uno de los más importantes exponentes de la poesía de tema religioso en el modernismo puertorriqueño, publicó en 1949 una hermosa glosa a partir de la décima que Sanlúcar registrara en 1847 en España. La recreación poética de Rivera Viera termina así: No me dejes, madre mía, no me dejes a mi suerte, líbrame Tú de la muerte en la hora de mi agonía; madre buena, madre pía acuérdate de tu Cruz y extiéndeme Tú la luz, ¡no me dejes, Madre mía! (Rivera Viera 316) Entre los estudiosos de la poesía puertorriqueña que se ocupan de la vertiente espiritual-religiosa, el Padre Santaella destaca en el capítulo antes aludido a Cesáreo Rosa-Nieves, quien en su libro La poesía en Puerto Rico (1943) afirma que “no hemos tenido poesía mística sino solamente religiosa, o sea, el motivo eclesiástico como tema literario”, que solo el Padre Juan V. Rivera Viera, ya en el siglo XX, había hecho del tema religioso una especialidad en su obra. “Que los demás poetas”, continúa citando a Rosa-Nieves, “han ido al motivo por mera curiosidad estética o de manera esporádica”. Más adelante, nuestro antólogo concluirá que es “en la poesía popular oral donde se encuentra el arsenal de poesía religiosa” (Santaella 55). Ante las aseveraciones de Cesáreo Rosa-Nieves, sugiero que para repensar nuestra experiencia literaria hasta los inicios del siglo XX, en lo referente a la temática religiosa-espiritual, nos acerquemos nuevamente a poetas como Alejandro Tapia y Rivera, José Gautier Benítez, Lola Rodríguez de Tió, Fidela Matheu y Adrián, José “Momo” Mercado, José de Diego Martínez y José P.H. Hernández, entre otros. Ante la aseveración del Rev. Padre Esteban Santaella, repetimos con Madrina Casilda y Manuel Fernández Juncos: Las cuentas de este rosario son balas de artillería. Que todo el infierno tiemble en diciendo: ¡Ave María! ¡Ave María sin pecado concebida! Amén. Textos citados
Abbad y Lasierra, Íñigo (1782). Historia geográfica, civil y natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico, anotada por José Julián Acosta. San Juan, Doce Calles/Historiador Oficial de Puerto Rico, 2002.
Cadilla de Martínez, María (1933). La poesía popular en Puerto Rico. San Juan, Sociedad Histórica de Puerto Rico, 1999. Rivera Rivera, Eloísa (1981). La poesía puertorriqueña antes de 1843. San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña. Rivera Viera, Juan V. (1988). Obra literaria del Padre Juan Vicente Rivera Viera. San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña. Rosa-Nieves, Cesáreo (1969). La poesía en Puerto Rico. San Juan, Editorial Edil, Inc. Santaella, Esteban (2017). Oraciones en verso. Ponce, MBPublishers, edición del autor. Vidal, Teodoro (2003). La Monserrate negra con el Niño blanco: una modalidad iconografía puertorriqueña. San Juan, Ediciones Alba. Zayas Micheli, Luis O. (1990). Catolicismo popular en Puerto Rico. Ponce, edición del autor. * Foto tomada por: Jcarrillovii
** Foto tomada por Roberto Urrea *** Foto tomada por Ian Poellet FOTO DE PORTADA (Header) Cape Verde Women Cleaning Fish tomada por Roan Retera y modificada por Raúl J. Feliciano Ortiz. |